lunes, 27 de enero de 2014

Los Predicadores de Prosperidad y la Ganancia Financiera


por Josef Urban


LA VERDAD BÍBLICA SOBRE RIQUEZAS

Hoy en día en la iglesia es muy común oír a un predicador hacer referencias a supuestas promesas en la Biblia que prometen a los creyentes tener prosperidad financiera y económica.  Declaraciones como "Dios no desea que vivamos en pobreza" y "Dios promete bendecirle económicamente si usted lo honra" etc., dan la impresión que los cristianos deben creer en la prosperidad material-económica y buscarla en esta tierra. Con frecuencia la impresión es dada, y a la larga hace a las personas pensar: "Dios desea que tenga más dinero".  Y así entonces, los creyentes empiezan a orar y pedirle a Dios por más prosperidad financiera e incluso comienzan a buscar aumentar su condición económica en este mundo.  Pero, ¿realmente promete Dios dar a todos los cristianos en el Nuevo Testamento, abundancia y prosperidad financiera y económica?  ¿Realmente desea el Señor que no estemos satisfechos si vivimos en pobreza (si ese es nuestro lugar designado) y que busquemos aumentar nuestra sustancia material?

Las Escrituras son muy claras en cuanto al tema de la prosperidad económica en el Nuevo Pacto.  De hecho, el Señor Jesús hablo más acerca del dinero que específicamente habló acerca del cielo y el infierno juntos—entonces no hay absolutamente alguna excusa por la ignorancia de este tema. Simplemente tenemos que ver lo que la Biblia enseña.  Pero, antes de hacerlo, hay que entender primero que Dios no siempre obra en la manera que nosotros obramos.  Sus pensamientos están tan por encima de nuestros pensamientos como los cielos están sobre la tierra (Isaías 55:9).  Entonces, Dios puede obrar en maneras que quizá nosotros no podremos entender con nuestras mentes naturales, y Él puede hacer cosas que son contrarias a lo que hemos pensado o entendido acerca de Él.  

Muchas veces nos aferramos a tradiciones, formas de pensar o creencias que no son Bíblicas, y cuando hacemos esto, viene un tiempo cuando Dios, fielmente, nos confronta con la verdad y nos corrige.  Si seremos obedientes al Señor o no, y si continuaremos caminando con Dios o no, son en gran parte determinados por cómo respondemos a la corrección que Él nos da.  Es importante entender que Él nos corrige, no porque quiera restregar nuestros errores en la cara, sino porque Él nos ama y quiere que andemos en la verdad.  Cuando somos confrontados con la Palabra de Dios y nos enseña que estábamos en error en algún momento, entonces necesitamos humillarnos, arrepentirnos y corregir nuestra forma de pensar.

Ahora, habiendo dicho esto, es probable que algunas de las cosas que estás a punto de leer no son lo que te han enseñado o lo que has creído.  Entonces, la pregunta es: ¿Qué vas a hacer con las verdades que van a ser presentadas?  ¿Escrudiñarás la Palabra de Dios con diligencia y orarás por entendimiento de lo alto y buscarás al Señor en humildad hasta que la respuesta quede clara?  ¿O ignorarás y rechazarás todo lo que vas a leer y continuarás apegándote a doctrinas y costumbres no Bíblicas?  Te ruego en el nombre de Jesucristo que recibas con humildad la bendita Palabra de verdad y que te mantengas firme en la Palabra de Dios, la cual es más confiable que los predicadores de la tele, tus tradiciones o puntos de vista, e incluso tu propia iglesia.

Antes de continuar, es importante que todos los que van a seguir leyendo esta lección saquen sus Biblias y las tengan a mano.  Habrá declaraciones frecuentes en esta lección que parafrasean o están relacionadas con algún pasaje particular de la Escritura, y la referencia de la Escritura estará entre paréntesis después de la declaración.  Es importante que cuando encuentres una declaración con una referencia de Escritura después de ella, la busques en tu Biblia y que tú mismo la leas.  Esto requiere disciplina y te tomará mucho más tiempo en terminar de leer esta lección si buscas todas las referencias Bíblicas, pero será mucho más gratificante y permitirá que recibas el beneficio completo de esta enseñanza.  De hecho, si no tienes tu Biblia a mano ahora, anda y tráela, y no continúes leyendo esto a menos que la tengas y estés dispuesto a buscar en ella todas las referencias de Escritura. 

Así que continuemos para contestar las preguntas iniciales que hicimos acerca de la prosperidad financiera, esto es: ¿Es prometida a cada cristiano?  ¿Quiere Dios que vivamos en abundancia material?  ¿Promete el Señor aumentar nuestra condición económica si le servimos?  No hay que especular o razonar; en lugar de eso, hay que ver lo que dice la Palabra de Dios.  
 

LA PROSPERIDAD FINANCIERA NO ES PECADO EN SI MISMA
Antes de todo, hay que tener algo absolutamente claro: no es un pecado tener ingresos altos y ser económicamente próspero en este mundo.  Han habido santos cuyas vidas están registradas para nosotros en la Biblia que fueron económicamente prósperos y de quienes el Señor se deleitó, e incluso el Señor era la razón de su prosperidad financiera.  Sus corazones no se apartaron del Señor debido a su prosperidad, sino más bien, la utilizaron generosamente para glorificar a Su nombre, demostrar Su amor y servir Sus propósitos.  Nunca cometamos el error de pensar que si alguien tiene altos ingresos está en pecado.  Es fácil juzgar a tales personas y estar equivocados porque aunque nosotros sabemos que reciben una gran cantidad de dinero, no siempre sabemos lo que ellos están haciendo con este, al menos que, por supuesto, veamos que ellos están usándolo para vivir en lujo y sin moderación alguna en la tierra.

EL AMONTONAR TESOROS PARA LA INDULGENCIA EGOÍSTA ES PECAMINOSO

Así que mientras las Escrituras no condenan los altos ingresos en sí mismos, condenan, enfáticamente, el gasto y la acumulación egoísta, y el atesoramiento de riquezas terrenales para nosotros; como dijo Jesús: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.  Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).

Jesús nos mandó a no amontonar “tesoros” en la tierra, porque si lo hacemos, esto muestra que nuestros corazones no están con Él en el Cielo.  La acumulación de “tesoros” terrenales demuestra que nuestro afecto está en las cosas de la tierra y no en las cosas de Dios en el Cielo.  Demuestra que tenemos mentes tan terrenales que no servimos para lo celestial.  Las Escrituras nos mandan poner nuestros afectos en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Colosenses 3:2).  Si en la tierra acumulamos fortunas para nosotros mismos con el propósito de disfrutarlas en este mundo entonces estamos en desobediencia. Aún si decimos: “Bueno, yo sé que tengo muchos bienes acumulados aquí en la tierra, pero mi corazón está realmente con Jesús en el Cielo”—no importa porque Jesús dijo que nuestro corazón siempre estará donde esté nuestro tesoro.  Si tienes tal tesoro en la tierra, esto demuestra que tu corazón y afectos están en la tierra y no en el Cielo, y que amas las cosas de este mundo más que Dios.  Si no fuera así, amarías a Jesús tanto como para obedecerle (Juan 14:15) y deshacerte de tus tesoros terrenales por causa del Evangelio y te harías tesoros en el cielo como Él nos mandó (Luc. 12:33), demostrando que tus afectos están en el cielo (Luc. 12:34).  Si rehúsas deshacerte de tus muchos tesoros terrenales y lujos que no tienen importancia, esto demuestra que los amas más que las cosas celestiales y eternas, porque Jesús dijo que no puedes tener ambas cosas.  

El Señor continúa y describe estos “tesoros”; son cosas que la polilla come (como la ruma de ropa atrás en tu ropero que casi nunca usas), cosas que el orín corrompe (como metales, joyas y coches elegantes), y cosas que los ladrones minan y hurtan (como objetos de gran valor).  ¿Minan y hurtan los ladrones tu papel higiénico, comida, ropa y otras necesidades?  Normalmente no.  Lo que buscan son tesoros, objetos de extraordinario valor.  Entonces, Jesús nos prohíbe amontonar lujos en la tierra con el propósito de gratificarnos a nosotros mismos.

Pero esto es exactamente lo que los predicadores de la prosperidad están haciendo en la tele y por todo el mundo. Están viviendo vidas extravagantes, viviendo en lujo y para la gratificación propia, comprando las suites de hoteles más caras, conduciendo los más caros autos de lujo, viviendo en las más lujosas casas multimillonarias, banqueteando en las más caras cenas como un estilo de vida.  Tales personas están en clara desobediencia al Señor Jesús y están practicando el pecado, prostituyéndose y cometiendo adulterio espiritual con Dios por ser amigos del mundo: “¡Oh almas adúlteras!  ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?  Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Sant.4:4).  No hay término medio y no hay lugar para el compromiso en el Reino de Dios—o  aman a Dios y aborrecen las atracciones carnales de este mundo, o aborrecen a Dios en sus corazones (a pesar de lo que digan con los labios) y aman las cosas que este mundo tiene que ofrecer.  Sus acciones demuestran donde está su corazón, porque “por sus frutos los conoceréis” (Mat 7:16). 

Además, estos famosos predicadores de prosperidad son ricos por cualquier estándar.  ¿Quién se atrevería a decir que no son ricos cuando viven tales estilos de vida?  Ahora escucha lo que el Señor Jesucristo dijo: “Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.”(Luc. 6:24-26).  ¡Lejos de pronunciarlos bendecidos y favorecidos por Dios, el Señor Jesús pronuncia males y dolores sobre ellos!  Les dice que ya han recibido su consuelo, que significa “recompensa.”  No tienen una recompensa esperándolos en el Reino de Dios, porque ellos han vivido en lujo en la tierra y han decidido tener su recompensa en la tierra.  Como describe Santiago: “Ustedes han llevado en este mundo una vida de lujo y de placer desenfrenado.  Lo que han hecho es engordar para el día de la matanza.” (Santiago 5:5 NVI). 
Santiago estaba hablando a los ricos en este mundo que viven en lujo egoísta.  En contraste con esto, él dice en la misma epístola: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Santiago 2:5).  Santiago, como Jesús, claramente reprende a los que viven en abundancia, lujo, y gratificación propia, mientras él pronuncia la bendición sobre los pobres y oprimidos. 

PARCIALIDAD HACIA LOS POBRES

En Santiago capítulo 2, el Apóstol reprende a los que muestran favoritismo hacia los ricos y tratan a los pobres como si no fueran dignos de respeto y honor.  Las personas que él estaba reprendiendo estaban tratando muy bien a los ricos, dándoles los mejores asientos, mientras que avergonzaban a los pobres haciéndoles sentar en el piso. Honraban a los ricos pero avergonzaban a los pobres, y por esto la Palabra de Dios les reprendía.  Sin embargo, esto es precisamente lo que el “evangelio” moderno de la prosperidad está haciendo—honra a los ricos como si estuvieran bendecidos por el Señor y avergüenza a los pobres como si no fueran bendecidos y los trata como si no estuvieran viviendo correctamente o no tienen suficiente fe para salir de su pobreza.  Es un “evangelio” de parcialidad que se burla de los pobres en decir que por su propia culpa y falta de fe están en esa pobreza.  Este “evangelio” de prosperidad es una abominación podrida en los ojos del Dios cuya palabra dice: “El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor” (Proverbios 17:5).

Esto está sucediendo en muchas iglesias hoy en día.  A los miembros pobres y afligidos no se muestra tanto favor como a los miembros que tienen dinero y son exitosos en todo.  El “evangelio” moderno del éxito y la prosperidad está avergonzando al pobre y haciéndole pensar que debe estar en pecado, no porque realmente hay pecado en su vida, pero por su pobreza.  ¡Que acusación contra el pobre!

Y las iglesias grandes y con dinero son vistas como particularmente bendecidas, mientras las iglesias pequeñas que están luchando son vistas como no tan bendecidas, e incluso como si no estuvieran suficientemente en la voluntad de Dios como deberían estar.  Sin embargo, el Señor Jesús ve las cosas en una forma totalmente diferente.  En el libro de Apocalipsis, había siete iglesias que recibieron una palabra profética de Él.  Dos de estas siete iglesias eran la iglesia de Esmirna, y la iglesia de Laodicea.  

 La iglesia de Esmirna fue materialmente pobre, pasando por tribulación severa, y estaba sufriendo tremendamente, pero oye lo que el Señor les dijo: “Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico)…” (Apocalipsis 2:9).  Aunque materialmente pobres, el Señor los llama “ricos”, eso es, espiritualmente.  El no tenía que reprender a esa iglesia por nada, más bien los elogió y los animó a perseverar.  Pero la iglesia de Laodicea era una iglesia económicamente próspera que tenía tanto dinero en este mundo que no necesitaba nada, y el Señor les dijo: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apoc.3:17).  Aunque ellos parecían ser bendecidos y materialmente prósperos, el Señor les reprendió y les llamo “pobres” en Sus ojos.  ¿Cuántas iglesias hoy en día son materialmente prósperas y tienen grandes congregaciones pero son tibias y desventuradas en los ojos de Dios? 

 
LOS PREDICADORES DE PROSPERIDAD VS. LA PALABRA DE DIOS

El mensaje de la Biblia está en contraste directo con lo que los predicadores de prosperidad están diciendo… 

Los predicadores de prosperidad nos dicen que tenemos que obtener más para nosotros mismos, pero Jesús nos dijo que debíamos deshacernos de lo que ya tenemos (Lucas 12:33).  ¿Quién tiene razón—ellos o el Señor Jesús? 

Los predicadores de prosperidad nos dicen que Dios quiere que seamos ricos, pero el Apóstol Pablo dijo que los que quieren enriquecerse caen en muchas tentaciones y lazos, y en codicias necias y dañinas, que hunden a los hombres en la destrucción (1 Timoteo 6:9).  ¿Quién tiene razón—los predicadores de prosperidad o el Apóstol Pablo?

Los predicadores de prosperidad nos dicen que no debemos estar contentos con lo que tenemos, sino que debemos ordenar a Dios que nos dé más, pero la Biblia nos manda a estar contentos con lo que tenemos (Hebreos 13:5).  ¿Quién tiene razón—ellos o la Palabra de Dios?

Los predicadores de prosperidad nos dicen que Dios quiere que tengamos lo mejor que este mundo nos ofrece, pero el Apóstol Juan nos dijo que si vivimos como el mundo y amamos las cosas del mundo ni siquiera somos salvos (1 Juan 2:15).  ¿Quién tiene razón?  ¿A quién debemos creer, a ellos o al Apóstol Juan? 

Los predicadores de prosperidad están levantándose en frente de audiencias mundiales y jactándose de cuanto oro y plata tienen, pero el Apóstol Pedro tuvo que decirle a un pobre mendigo que él ni siquiera tenía dinero para darle (Hechos 3:6).  Pedro no estaba mintiendo.  ¡Él realmente no tenía dinero!  ¿Quién tiene razón—los predicadores de prosperidad o el Apóstol Pedro?

Los predicadores de prosperidad se han levantado en medio de la Iglesia y han usado las cosas de Dios para acumular más ganancias financieras para ellos mismos, pero cuando Jesús entro a la casa de Dios Él hizo lo opuesto, se hizo un látigo de cuerdas y echó fuera a todos los que estaban allí para hacer dinero (Marcos 11:15). ¿Ha cambiado su mente el Señor?  ¡Nunca!  ¡Él es el mismo ayer, hoy y siempre!   

Los predicadores de prosperidad nos dicen que Dios quiere que seamos ricos, prósperos, y sin ninguna necesidad, pero el Señor Jesús dijo que tales personas le hacen querer vomitar (Apocalipsis 3:16-17). 

Los predicadores de prosperidad nos dicen que debemos servirles y contribuir a sus ministerios, pero el Señor Jesús vino a servirnos y darnos todo lo que tenía (Marcos 10:45).

Los predicadores de prosperidad nos dicen que debemos dar a sus ministerios y a cambio seremos extraordinariamente bendecidos por Dios, pero cuando un hombre en la Biblia trató de dar dinero al Apóstol Pedro para recibir la bendición del Espíritu Santo, el Apóstol lo reprendió y condenó (Hechos 8:18-23). 

Los predicadores de prosperidad nos dicen que merecen tener dinero por la gran unción que tienen y que nosotros debemos dárselo, pero el hombre de Dios Elías ni siquiera quería aceptar una ofrenda de un hombre sanado bajo su ministerio; y más aún, cuando su siervo fue y recibió el dinero sin la aprobación del profeta, Elías lo reprendió y el Señor maldijo a él y sus descendientes para siempre (2 Reyes 5).     

Los predicadores de prosperidad nos dicen que el mundo debe amarnos por nuestra prosperidad y que debe desear ser como nosotros, pero el Señor Jesús pronunció penas espantosas sobre las personas de quienes el mundo habla bien (Lucas 6:26).

Los predicadores de prosperidad nos dicen que Jesús vino a darnos vida abundante y que esto significa que debemos abundar en las cosas materiales que poseemos, pero el Señor Jesús dijo que esta vida abundante es la Vida Eterna y esa vida no consiste en las cosas materiales que un hombre posee (Juan 10:10, Lucas 12:15).  ¿Debemos creer a estos prominentes predicadores adinerados que viven en abundancia, o al manso y humilde Señor Jesús?

Los predicadores de prosperidad nos dicen que debemos usar a Dios para conseguir dinero, que Dios quiere que tengamos más dinero, pero Jesús dijo que no podemos servir a Dios y a el Mammón (Mateo 6:24).  El Señor dijo que o amaremos a las riquezas y aborreceremos a Dios, o seguiremos a Dios y aborreceremos a las riquezas, pero no podrá haber neutralidad, y no podemos aspirar ambos. ¿Entonces debemos creerles mientras sirven a Dios y a las riquezas a la vez (demostrado por sus estilos de vida extravagantes y lujosos), o debemos creer a Jesús que menospreció los bienes del mundo para agradar al Padre en todas las cosas? 

Los predicadores de prosperidad nos dicen que Abraham fue rico y por esto, nosotros debemos ser ricos también.  Nos dicen que, según Gálatas 3:14, debemos recibir la “bendición de Abraham,” y por tanto, ya que Abraham fue rico y bendecido, nosotros lo debemos ser también.  Sin embargo, las Escrituras nos dicen claramente que la “bendición de Abraham” no es tener riquezas terrenales: ¡es la vida eterna!  “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” La bendición de Abraham es la promesa del Espíritu Santo por cual somos adoptados en la familia de Dios y somos salvos.  Es un retorcimiento descarado de las Escrituras tomar esto y convertirlo en una promesa de prosperidad y riquezas terrenales.       

Además, Abraham fue próspero en esta tierra.  Eso es obvio.  Pero eso no significa que cada cristiano debe ser así también.  Dios tenía un plan para formar una gran nación de Abraham, y era necesario que tuviese abundancia para poder cumplir la promesa de Dios de hacer una gran nación de él, una nación a través de la cual el Mesías, Cristo Jesús, vendría para salvar a la humanidad del pecado.  Es evidente que Dios no tiene la intención de formar una gran y enorme nación terrenal usando a cada cristiano; entonces no es necesario darles tantos bienes materiales.  Y más aún, tenemos que recordar que Abraham ni siquiera estaba buscando las riquezas terrenales porque él no estaba buscando nada de este mundo, sino “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10).  Abraham demostró que estaba dispuesto a dejar todo lo de este mundo para ganar la aprobación de Dios.  Él no sólo menospreció las riquezas por amor a Dios, sino también a su propio hijo Isaac, demostrado por el hecho que lo ofreció en el altar (Génesis 22).  Abraham era un santo hombre de Dios que buscó la aprobación de Dios sin importar el costo, y menospreció todo lo que el mundo tenía que ofrecer para poder heredar la ciudad celestial de Dios en el siglo venidero.  

Los predicadores de prosperidad nos dicen que Salomón fue rico y próspero, entonces nosotros lo debemos ser también.  Pero esto es totalmente erróneo, porque Salomón estaba en clara desobediencia a la Ley de Dios que mandaba que el rey de Israel no amontonase mucha plata y oro para sí mismo (Deuteronomio 17:15-20).  Salomón desobedeció hasta tal punto, que en su palacio la plata no fue considerada como nada más que cambio de bolsillo en comparación (2 Crónicas 9:20).  Salomón también tomó muchas esposas para sí mismo, de hecho más de 900, lo cual era una clara transgresión del mandamiento de Dios.  Su corazón se apartó del Señor e incluso edificó altares paganos a dioses falsos en Israel (Nehemías 13:26, 1 Reyes 11:1-8).  Salomón se descarrió y por un tiempo él estaba en rebeldía contra el Señor, buscando la felicidad en las cosas de este mundo en lugar que en Dios—esto es exactamente lo que nos dice el libro de Eclesiastés.  ¿Entonces por qué rayos quisiéramos establecer a Salomón como un ejemplo que la Iglesia siga?  ¿Nos atreveremos a aspirar cosas terrenales como él y apartar nuestros corazones del Dios Vivo?  Gracias a Dios, Salomón aprendió la lección de ser obediente en el temor de Dios (Eclesiastés 12:12-14).  ¡Que nosotros aprendamos lo mismo por su ejemplo y no caigamos en el mismo error!

 
VERDADEROS EJEMPLOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

¿Y qué del ejemplo de Moisés?  Moisés era un hombre que como bebé fue adoptado por la hija de Faraón y que, a través de su vida, fue criado con todos los lujos y las riquezas de Egipto.  Como el hijo de la hija de Faraón, él iba a recibir muchas riquezas como un heredero legal del patrimonio familiar en el reino.  Moisés podía haber tenido todo lo que el mundo tenía que ofrecer en cuanto a riquezas y éxito.  Sin embargo, las Escrituras nos dicen que Moisés menospreció las riquezas y placeres de Egipto para conocer al Señor:

“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (Heb. 11:24-26).

¿Cuán fácil hubiera sido para Moisés quedarse en Egipto y decir: “Yo amo al Señor y voy a seguirle y ser una luz donde Él me ha puesto”?  Sin embargo, él no hizo ninguna excusa, el rehusó rendirse al menor compromiso, y dejó todo para poder ser identificado con el verdadero pueblo de Dios.  Él consideró una mayor bendición el sufrir oprobio y aflicción por Cristo más que todos los tesoros que Egipto ofrecía, porque sabía que si dejaba todos sus tesoros terrenales tendría tesoro en el Cielo, entonces estaba dispuesto a dejar todo con gozo mientras miraba a la gran recompensa que le esperaba en el Reino de Dios.  ¡Aprendamos del ejemplo de este hombre de Dios extraordinario e imitemos su fe!

Y no solo imitemos la fe de Moisés, sino la fe de todos los verdaderos hombres de Dios y los profetas del Señor que “fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido” (Heb. 11:35-39).  ¡La descripción en la Palabra de Dios que nos cuenta lo que experimentaron, suena como todo menos prosperidad!  De hecho suena como lo opuesto—parece que a menudo eran pobres, afligidos, maltratados, abusados, sufriendo, menospreciados, y puestos a prueba, y la razón era porque el mundo no era digno de ellos.  Por lo tanto, el mundo los odiaba, y ellos también odiaban al sistema del mundo.  Estos no son ejemplos extremos o raros, porque las Escrituras nos dicen que somos llamados a imitar la fe y ejemplo de ellos y seguir su forma de vivir.  El Señor Jesús aún dijo a todos los que le seguirían: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:19).  Y la Palabra de Dios igualmente nos promete que “es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hec.14:22).  ¡Esto suena como todo menos que la linda, feliz “vida abundante” que la mayoría de los predicadores modernos de prosperidad nos dicen que tenemos que tener!


UNA PALABRA SOBRE LA LEY

Los predicadores de la prosperidad con frecuencia citan promesas del Antiguo Testamento y de la Ley de Moisés (como los que se encuentran en Deuteronomio 28).  Pero se necesita recordar que a pesar de cuan próspero o rico fue un santo en el Antiguo Pacto, no es igual con cada creyente bajo el Nuevo Pacto.  Es peligroso tomar una escritura fuera de contexto.  Las bendiciones y las maldiciones de la Ley no se aplican en la misma forma a los creyentes bajo el Nuevo Pacto.  No podemos mezclar el Antiguo Pacto con el Nuevo, el vino viejo con el vino nuevo (Mateo 9:17).  El Nuevo Testamento nos dice que ya no estamos bajo la Ley (Gálatas 3:10, 4:21).  Nos enseña que hemos “muerto a la Ley” (Romanos 7:4) y que la Ley “perece” (2 Corintios 3:11).  También deja en claro que el Antiguo Pacto es viejo, se envejece y “está próximo a desaparecer” (Hebreos 8:13).  Es contra la enseñanza de la Palabra de Dios, contra el Nuevo Pacto, bajo cual actualmente vivimos, el escoger bendiciones y maldiciones del Antiguo Pacto y aplicarlas a los creyentes en Cristo bajo el Nuevo.  Ya no estamos bajo el Antiguo Pacto, y nada de ello se vincula con el creyente en Jesús del Nuevo Pacto que es justificado libremente por la gracia (Romanos 3:24)

Esto no significa que la Ley no es importante, porque es todavía la Palabra de Dios, que permanece para siempre (1 Pedro 1:25), y tiene muchas practicas aplicaciones, sombras de las cosas venideras (Hebreos 10:1), e instrucciones para nuestro aprendizaje (1 Corintios 14:34).  Y no significa que podemos vivir en libertinaje porque no estamos bajo la Ley.  Al contrario, vivimos en libertad sobre el señorío del pecado a causa de que no estamos bajo la Ley (Rom.6:14).  El corazón de Dios se encuentra en la Antigua Ley, la cual los creyentes en el Señor Jesús cumplen en su verdadero significado espiritual y propósito de la Ley que consiste en amar a Dios y a los demás, y en ese sentido la Ley es cumplida por los que creen en Cristo (Romanos 13:10). Sin embargo, no podemos tomar promesas abstractas de prosperidad terrenal de la Ley y aplicarlas en la misma forma a creyentes en el Nuevo Pacto, porque si vamos a tomar algunas partes de la Ley entonces tenemos que tomarla toda y rendir perfecta obediencia a ella (Gálatas 3:10).  No podemos tomar las cosas de la Ley que nos gusten e ignorar las que no nos gusten.  Pero esto es exactamente lo que los predicadores de prosperidad hacen.  Ellos toman promesas de prosperidad terrenal para Israel en el Antiguo Pacto y los tuercen para que parezcan ser promesas para la Iglesia en el Nuevo Pacto, pero ignoran todas las otras cosas escritas en la Ley y todos los requisitos de obediencia perfecta y absoluta. 

 
EL NUEVO PACTO NO PROMETE PROSPERIDAD TERRENAL A TODOS

En el Nuevo Pacto, no existe ninguna promesa que se aplique a cada individuo en la iglesia prometiéndoles prosperidad económica y terrenal. El Nuevo Pacto no contiene promesas para aumentar económicamente a cada creyente y hacerles materialmente prósperos con una abundancia de dinero o valor material. No obstante, hay numerosas promesas que nos dicen que si estamos, verdaderamente, viviendo en la voluntad de Dios, honrándolo, poniéndolo primero en nuestras vidas, y caminando en obediencia y amor en el Señor Jesús, Dios va a proveer nuestras necesidades materiales.  Y hay promesas que dicen que si somos generosos con nuestros bienes materiales y nuestro dinero y damos a los que necesitan que Dios se va asegurar en proveernos y recompensarnos (por ejemplo, en 2 Cor.9:6).

Jesús dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” pero, en el contexto, él explicó que son “estas cosas” que Dios añadirá a nosotros— “alimento” y “vestido” (ve Mateo 6:25-33).  Dios promete suplir todo lo que nos “falta” según sus riquezas en gloria, y no lo que “queremos” o “deseamos” (Filipenses 4:19).  Jesús tenía nuestras necesidades básicas en mente cuando prometió que Dios nos proveerá.  El torcer esto y convertirlo en una promesa para la prosperidad económica es, para hablar claramente, adulterar la Palabra de Dios.


ALGUNAS ESCRITURAS EXAMINADAS

Hay un gran número de pasajes tomados fuera de contexto que a menudo son dados por los predicadores de prosperidad para “confirmar” las doctrinas que tratan de usar para “probar” que Dios quiere que todos los cristianos sean ricos.  Si bien no tenemos el tiempo ni el espacio para tratar con todos, miremos brevemente a algunos:

“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Cor. 8:9).  Los predicadores de prosperidad nos dicen que esto está diciendo que Jesús fue materialmente rico en el Cielo, pero vino a esta tierra y se hizo pobre, y nos redimió de tener que sufrir de la pobreza, para que ahora podamos ser económicamente ricos.  ¿Pero es esto realmente lo que el texto está enseñando?  No puede ser porque sino estaría contradiciendo el resto de las enseñanzas en el Nuevo Testamento acerca de este tema.  Si el Apóstol Pablo estaba diciendo que tenemos que ser material y económicamente ricos, entonces él fracasó miserablemente en practicar lo que predicaba.  Pablo mismo era un hombre sumamente pobre en cuanto a lo material (Él mismo dijo que ni siquiera tenía el alimento o vestimento adecuado muchas veces, y que además no tenía hogar; ve 1 Cor. 4:11).  Si Pablo quería decir que nosotros deberíamos ser económicamente prósperos, ¿por qué Jesús se hizo pobre, por qué él no era rico?  ¿Por qué era tan pobre?  ¿Y por que sufrió tanto (como Él dice después en 2 Cor. 11:23-28)?  

Y si Dios quiere que seamos materialmente ricos, entonces ¿por qué los otros Apóstoles vivieron estilos de vida tan pobres y humildes, como la historia de la Iglesia lo documenta? Aún en el libro de Hechos el Apóstol Pedro dijo al pobre mendigo: “No tengo plata ni oro” (Hechos 3:6).  De toda la gente, los Apóstoles de Jesucristo estaban en la perfecta voluntad de Dios— ¿entonces por qué no se enriquecieron si Dios lo había prometido?  ¿Estaban viviendo vidas derrotadas fuera de la voluntad de Dios porque vivían en pobreza?  ¿Quién se atreverá decir tal cosa?  Sin embargo, esto es exactamente lo que estos predicadores de prosperidad están diciendo, no directamente, pero lo hacen al decir que es la voluntad de Dios que todos los creyentes sean económicamente prósperos.  ¡Esto significa que si alguien no está prosperando económicamente, no está en la perfecta voluntad de Dios!

En 2 Corintios 8:9 (citado arriba), el Apóstol Pablo esta relacionando lo físico con lo espiritual.  Él menciona las riquezas materiales de Jesús y las glorias del Cielo, y dice que Él dejo todo eso para humillarse y convertirse materialmente pobre, para que a través de su pobreza y sufrimiento pudiéramos ser ricos espiritualmente.  Si esto no es lo que él quería decir, entonces se contradice totalmente, ya que él era muy pobre, y además nos da a entender, claramente, que solo algunos son designados a ser ricos (1 Tim.6:17).  Mas esto debe ser lo que él quería decir, porque va de acuerdo con el resto de lo que la Biblia enseña.  (Y la Biblia sí habla de las riquezas materiales y espirituales en una misma frase, como en Apocalipsis 2:9 donde habla primero de las riquezas materiales y luego de las riquezas espirituales en la misma oración, así como también en 2 Corintios 8:9).  Entonces, Dios está preocupado con nuestra prosperidad espiritual, no con nuestra prosperidad material.  Dios quiere que seamos espiritualmente ricos hacia Él, abundando en buenos frutos que glorifiquen Su nombre.  Esto no puede ser tomado como una promesa que garantice las riquezas terrenales para cada creyente.

Otra Escritura favorita, a menudo usada por los predicadores de prosperidad, es 3 Juan 2: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” Los predicadores de prosperidad citan esto y dicen: “Ven, el Apóstol Juan dice que él desea que en todas las cosas prosperemos material y económicamente y que tengamos salud, como prospera nuestra alma.” Ellos dicen que esta es una promesa para cada creyente que podemos ser económicamente  prósperos si solo lo creemos y declaramos por fe.  ¡Pero no hay que ser tan ingenuos! Acordémonos que la Palabra de Dios tiene que ser leída e interpretada en su contexto.  Esto es algo que los predicadores de prosperidad fallan en hacer. Entonces, examinemos este versículo en su contexto.  

En primer lugar, esta no es una declaración de una promesa absoluta de Dios; sino un deseo del Apóstol Juan.  Él dijo: “Amado, yo deseo…” Es la declaración de un deseo.  Juan no está prometiendo a cada persona a la cual está escribiendo que Dios si los prosperará, él simplemente está declarando que él desea que prospere.  Si tomamos esta declaración como una promesa segura de Dios estamos tomándola más allá de su significado literal y claro. 

En segundo lugar, tenemos que tomar en consideración a quien el Apóstol Juan está escribiendo.  Obviamente, no está escribiendo esto a cada persona que dice ser cristiana.  Él está escribiendo esto a un hombre llamado Gayo, un amado hermano en la Iglesia.  En esta corta epístola, nos muestra algunos rasgos loables de Gayo: es un amigo íntimo que ha sido personalmente recomendado por un Apóstol de Jesucristo como un hermano en el Señor y Juan alude a ser su padre espiritual en Cristo (vers.1, 4).  Él está caminando en obediencia total a la verdad del Evangelio (vers.3-4), es fiel en servir, ser hospitalario y dar generosamente a los hermanos, desconocidos, especialmente a misioneros (vers.5-8).  Gayo no era cualquier supuesto “cristiano”, era un hermano fiel que aprendía del Apóstol Juan, estaba caminando en amor y obediencia en santidad y verdad, y se desvivía por mostrar generosidad y amor a los misioneros viajantes.  Gayo era un hombre que estaba ocupado en la obra del Señor.

Por lo tanto, podemos suponer que mientras Gayo gozaba de buena salud, estaba bien y era próspero en todas las cosas, la obra del Señor continuaría a través de él, y los hermanos desconocidos y misioneros seguirían siendo ministrados.  ¿Por qué no quisiera alguien que un hermano tan fiel prospere en todo? ¡Mientras que prospere, estaría ayudando generosamente a la obra de Dios!  Entonces el Apóstol Juan deseaba que Gayo prospere y tenga salud porque Juan sabía que mientras lo hacía, los misioneros iban a ser apoyados.  Juan en ninguna manera deseaba que Gayo prospere para que pudiese acumular los lujos y placeres de este mundo— ¡la única razón por la que él declara que deseaba que Gayo prospere en todo era porque escuchó que Gayo estaba ayudando generosamente a los misioneros!

 
DIOS SÍ PROSPERA A ALGUNOS EN LA IGLESIA


Esto nos lleva a otro punto. Aunque Dios no promete que cada cristiano prospere económicamente, es evidente que Dios si escoge esto para algunos de sus hijos.  Como Gayo, Dios escoge confiar a algunos de sus hijos una prosperidad material.  Pero la razón por la que lo hace es, otra vez, no para que acumulen tesoros en la tierra, o para que usen lo que Dios les ha dado para egoístamente mejorar su nivel de vida y vivir en lujo, sino para que ellos, como Gayo, puedan usar lo que Dios les ha dado para ayudar a otros y contribuir a la obra del Señor.

Y por eso, el Apóstol Pablo dijo al joven predicador Timoteo: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.  Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Tim.6:17-19). Pablo no le dice que reprenda a los que son ricos sólo porque son ricos, ya que no es un pecado en sí mismo ser rico, pero él le dice a Timoteo que les mande a no ser orgullosos por sus riquezas, a no confiar en sus riquezas, sino que sean ricos en buenas obras, dando generosamente.  Esta es la razón por la cual Dios escoge a prosperar económicamente a algunos en la Iglesia—para que puedan ser generosos con lo que tienen y ayudar a los pobres, las viudas y huérfanos, para que den a los necesitados, y financiar a los obreros del Evangelio y misioneros. 

La esencia del segundo más grande mandamiento es esta: amar a nuestro prójimo como nosotros (Mat.22:39).  Los que son económicamente prósperos en la Iglesia, por la voluntad soberana de Dios, son llamados a mostrar con su dinero y bienes materiales que aman a sus prójimos como a sí mismos.  Lo que hacen con su dinero demuestra cuanto aman a sus prójimos.  Si están viviendo en lujo excesivo y costoso más allá de lo que es razonable según el estándar de vida promedio, y ven que otros hermanos o misioneros tienen necesidad pero no les dan, entonces eso prueba que ellos se aman más a sí mismos que a otros. “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?  Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:17-18). 
 
De hecho, de los que vienen a Cristo y se convierten, aquellos que poseen cosas del mundo que son extravagantes y excesivamente lujosas son mandados a vender sus abundancias y distribuirlas entre los pobres y necesitados en la Iglesia.  Esto es exactamente lo que el Señor le dijo al hombre rico (Mar. 10:17-25) y a todos los discípulos (Luc.12:33).  Si rehusaban deshacerse de las cosas extravagantes de este mundo por Cristo, entonces no eran dignos de ser seguidores de Jesús (Luc.14:33).  El no querer dejar los lujos extravagantes y abundancia demuestra que aman a las cosas de este mundo, ya que no quieren deshacerse de tales cosas por amor a Cristo.  “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15).  Esto no significa que Dios quiera que vivamos sin que nuestras necesidades sean suplidas, porque Dios sí promete suplirlas, lo que pasa es que el Señor quiere que obedezcamos la verdad en amor y que demos a los hermanos que verdaderamente están en necesidad de nuestra abundancia, para que haya igualdad entre los hermanos (2 Cor.8:14) y amor evidente mostrado a todos los santos (Luc.10:30-36). 

EL DINERO ES LA IDEA DE DIOS

Es verdad que Jesús con frecuencia hablaba del dinero y las cosas materiales, pero lo que los predicadores de prosperidad no te van a decir es que cuando Él hablaba de este tema casi siempre hablaba en contra de ello, esto es, en contra de desear estas cosas en cualquier forma, porque el Señor Jesús sabía que la “raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Tim.6:10).  Él sabía que el dinero compite por el corazón y los afectos y la devoción del hombre en una forma que ninguna otra cosa lo hace y, debido a eso, Él advirtió constantemente que era una trampa lista para atrapar el alma de cualquier hombre en cualquier momento.  Él sabía que el deseo por el dinero y las cosas materiales causaría que muchos de Sus supuestos seguidores tropiecen y caigan y, al final, pierdan sus almas. 

¿Entonces significa esto que Jesús aborrece el dinero en sí mismo?  No.  El dinero fue la idea de Dios.  Él es el que creó el mundo y todo dentro de ello y decretó que el sistema monetario opere en esta tierra.  Por lo tanto sí, el dinero es Su idea.  ¿Entonces por qué lo decretó?  Por esta razón: para probar los corazones de los hombres y especialmente los corazones de Su pueblo.  Dios nos da dinero para probarnos y ver si vamos a estar dedicados al dinero o dedicados e Él.  Dios puede dar a algunos creyentes una abundancia de dinero, no para que sean egoístas y lo gasten todo en sí mismos, pero para que por la forma que gasten su dinero puedan mostrar al mundo que Dios es su Dios y no el dinero.  El diseño de Dios es que tengamos la oportunidad de magnificarlo por usar lo que Él nos ha dado en una forma que glorifica Su nombre y demuestre Su amor.  Entonces, querido cristiano— ¿Muestras tú al mundo por la forma que gastas tu dinero que Dios tiene el primer lugar de devoción en tu vida?  ¿O muestras que lo de mayor importancia en tu vida eres tú y tus comodidades y deseos egoístas?


LA AVARICIA ES IDOLATRÍA

La Palabra de Dios está llena de advertencias contra la avaricia [o codicia] en el Antiguo y el Nuevo Testamento; sin embargo, a pesar de estas advertencias claras, muchos de los que dicen ser “cristianos” viven estilos de vida que no pueden ser definidos de ninguna otra manera, salvo “codiciosos.”  De hecho, aunque ellos no digan que son codiciosos, muchos de ellos admitirán abiertamente que sí lo son por la misma definición de la palabra.  La palabra “codiciar” significa literalmente “desear o apetecer una cosa.”  Significa lo mismo en Hebreo y Griego, los idiomas que fueron usados para escribir el Antiguo y el Nuevo Testamento.  Entonces, cuando uno que profesa ser cristiano ve un coche bonito pasando por la calle y expresa su deseo de tener uno para sí mismo, está codiciando. Cuando uno que profesa ser cristiano dice que quiere más dinero o cosas materiales para almacenar para sí mismo o su familia, y verdaderamente desea tales cosas en su corazón, entonces está codiciando.

Codiciar algo, significa que lo deseamos tener.  Esto insinúa que no estamos contentos con lo que tenemos, que no estamos completamente satisfechos con el Señor y lo que Él nos ha dado, y que necesitamos algo más para satisfacernos.  Por lo tanto, viendo la definición de este término, vemos que muchos de nosotros en la Iglesia somos culpables de codiciar—en querer un mejor auto, una casa mejor, una cuenta de banco más grande, en querer aumentar nuestro valor económico.  Esto es en verdad un pecado en los ojos de Dios, y no es cualquier pecado, sino uno extremadamente peligroso.  La Palabra de Dios nos manda a poner a muerte este pecado y nos da unas advertencias solemnes contra ello:

“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia” (Col.3:5-6).  Aquí el pecado de la codicia(avaricia) está agrupado en el mismo nivel que la fornicación, la lascivia y el practicar inmoralidad. Somos ordenados a matar cualquier deseo codicioso que encontremos en nosotros.  Esta “ira” es la destrucción y el castigo eterno en el Infierno.  Así de serio es el pecado de la codicia en los ojos de Dios.  No importa si alguien dice que es “cristiano”, no importa si alguien es un predicador, no importa si tienen un ministerio grande con mucha gente; si tienen un corazón codicioso van a experimentar la ira de un Dios Santo contra este pecado.  Dios aborrece la codicia tanto como aborrece la fornicación y el homicidio.

Y nota que las Escrituras dicen: “…y avaricia, que es idolatría.” Llama la avaricia “idolatría”.  Esto es específicamente significante porque la idolatría es un pecado que Dios en particular aborrece.  El Señor nos dice que Él es un Dios celoso y que no compartirá Su gloria con nada y nadie.  Él exige nuestra entera y absoluta devoción y lo provocamos a celos cuando deseamos algo en lugar que Él.  Los que desean aumentar su valor económico y ansían las cosas de este mundo son idólatras ante los ojos de Dios.  Muchos cristianos admiran a estos famosos predicadores con grandes ministerios que están viviendo en lujo y en extravagante opulencia, que dicen abiertamente que quieren más dinero y constantemente piden dinero al público.  Muchos cristianos los miran como grandes hombres de Dios, pero el verdadero Dios del Cielo los mira como idólatras provocándole a celos por promover y aferrarse a las riquezas.  

Una Escritura particularmente informativa acerca de este tema se encuentra en Hebreos 13:5: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré.”  Esto nos manda a tener nuestra conducta libre del deseo para el dinero o cosas materiales y, al contrario, nos manda a estar “contentos con lo que tenéis.”  En otras palabras, o somos uno o el otro; o somos contentos con lo que tenemos, o somos avaros.  No hay una posición intermedia, no podemos servir a Dios y las riquezas.  Solo podemos estar contentos en Jesús, y en el amor de Dios, porque el Señor nos ha prometido nunca dejarnos o desampararnos.  Nuestra satisfacción, gozo, placer y felicidad deben estar solamente en Él y no en las cosas de este mundo.  Dios no quiere que estemos miserables en nuestra pobreza (si Él ha designado esto para nosotros); ¡en lugar, Él quiere que nos gloriemos y gocemos en esto porque, aunque tengamos poco o mucho, estamos contentos con conocerle!

¡De hecho, esto fue escrito a los cristianos hebreos que recién habían sufrido la pérdida de sus bienes materiales!  El autor de esta carta les dice: “…el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos” (Heb.10:34).  Ellos podían sufrir la pérdida de todas las cosas y tomarlo con gozo sin codiciar, sabiendo que tenían una posesión más grande en el Cielo esperándolos, siendo contentos con el amor de Cristo en sus corazones.

El Apóstol Pablo escribió a los corintios, diciendo: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?” (1 Cor.5:11-12).  El nos dice claramente que no debemos tener compañerismo con uno que profesa ser cristiano que es codicioso.  Es un pecado tan serio que excluye a uno de poder congregarse con la Iglesia.   

Observemos esto y diremos que debe haber alguna forma de reconocer si alguien es codicioso.  Debe haber una base legal para juzgar (tomar un juicio justo basado en el fruto evidente en la vida de alguno, comparándola con lo que dice la Palabra de Dios).  Obviamente, somos llamados a reconocer aquellos en la Iglesia que desean tener más dinero o ingresos económicos—que constantemente desean más, que están viviendo vidas extravagantes con abundantes riquezas—y advertirles duramente con la Palabra de Dios, y si no se arrepienten, debemos terminar nuestro compañerismo con ellos.  ¿Por qué no se practica esto en la Iglesia hoy en día?  ¿Por qué aprueban el pecado de la avaricia e incluso lo promueven desde el púlpito con numerosas solicitudes a la gente que den, den y den?  ¡Lejos de ser expulsada de la Iglesia, la avaricia es a menudo promovida en la Iglesia!

Estos predicadores de prosperidad dicen que son los verdaderos siervos de Dios.  ¿Pero a que “dios” sirven?  Solo porque dicen que sirven al Señor e invocan el nombre de Jesús no significa que verdaderamente han sido enviados por Dios.  “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.  Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Cor.11:14-15).

En Éxodo 32, los hijos de Israel tomaron todo su oro e hicieron un ídolo.  Hicieron un becerro de oro para ellos mismos y dijeron: “Este es tu dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto.” Hasta lo llamaron “Jehová” (Exo.32:5).  Pero a pesar de que lo llamaron “Jehová” y lo adoraron como el dios que les libró de Egipto, solo era un ídolo y el furor de Dios se encendió contra ellos.  Esto es exactamente lo que está sucediendo en una gran parte de la Iglesia hoy en día. Los predicadores de prosperidad y los líderes engañados han tomado el dinero y el oro y han formado un dios para sí mismos y sus congregaciones, y han clamado por todo el mundo: “¡Este es tu dios, Iglesia!  Dicen que sirven al Dios verdadero, “Jehová”, pero en realidad sirven a un ídolo de oro y materialismo.  Están sirviendo a otro dios, el dios de las riquezas.  Ellos sirven a “otro Jesús” y tienen “otro espíritu” y predican “otro evangelio”, y justo como el Apóstol Pablo dijo, la gente los recibe bien (2 Cor.11:4).

 
EL ORIGEN DEL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD

¿Si la Palabra de Dios no enseña este mensaje moderno de la prosperidad económica y del vivir comodo y abundante, entonces de donde vino este mensaje?  Bueno, podemos decir que tiene dos orígenes: uno es sobrenatural; el otro es natural.

El origen sobrenatural de las doctrinas de la prosperidad económica viene de las profundidades del Infierno. Es una “doctrina de demonios” enviada para engañar al pueblo de Dios con el fin de alejar sus corazones de la devoción entera hacia el Señor y hacerles poner sus afectos en las cosas terrenales, sofocando su espiritualidad y causando que se prostituyan con ídolos de avaricia.  Fue diseñada por las huestes del Infierno para ser un tropiezo y traer reproche sobre la Iglesia, porque cuando muchos de los incrédulos ven a predicadores promoviendo las doctrinas de prosperidad y las ideas de la abundancia terrenal, les causa a alejarse de la Iglesia e incluso blasfemar el camino de la verdad (2 Ped.2:1-2). Está diseñada para plantar semillas de avaricia en los corazones de las personas que están buscando a Dios, y a través de la avaricia condenar sus almas, porque ningún avaro heredará el Reino de Dios (1 Cor.6:9-10).  Este es un truco perfecto de las huestes de Satanás, porque es tan engañoso y sutil.  El pecado de la avaricia puede estar escondido en las profundidades del corazón de una persona, aún si no son materialmente ricos en esta tierra.  Y alguien puede estar entregado a la codicia sin saberlo, tratando de servir a Dios y las riquezas al mismo tiempo, estando bajo la ira de Dios aún mientras profesan amarle. 

El origen natural de las doctrinas de la prosperidad económica viene de la mitad de los 1900s.  El origen principal puede ser atribuido a un predicador famoso llamado Kenneth Hagin (fundador del Instituto Bíblico Rhema que aún hoy sigue promoviendo esta doctrina).  Él fue el primero en popularizar la doctrina y fue unas de las razones principales que esta doctrina se propagó por todo el mundo, debido a que él estaba en una posición muy influyente dentro la iglesia carismática.  Él afirmaba tener revelación especial de Dios en este tema, y muchos otros temas también—incluso diciendo cosas tan heréticas como que Jesús sufrió en el Infierno y que ahí fue torturado por Satanás.  Kenneth Hagin fue un “padre espiritual” a otros predicadores famosos que más adelante tendrían unos de los más grandes ministerios de la tele en el mundo.  Él enseñó a estos predicadores las doctrinas de la prosperidad, y ellos sucesivamente se pondrían delante de enormes audiencias y por la televisión difundirían la idea que Dios quiere que estemos económicamente prósperos y ricos.  

Estos predicadores todavía están en la televisión cristiana promoviendo estas doctrinas y una gran parte del mundo los admira porque tienen ministerios grandes y supuestamente “exitosos.” Ahora, donde haya satélites transmitiendo la televisión cristiana a las casas de cristianos y pastores, puedes casi suponer que alguien en ese hogar cree en las doctrinas de la prosperidad.  A través de los medios de estos predicadores muy influyentes y de la emisión internacional en la tele, estas falsas doctrinas se han difundido por todo el mundo e infiltrado mucho de la iglesia.  Es interesante notar que, en lugares en el mundo donde no hay programas cristianos en la tele, no encontrarás ningún cristiano que cree en las doctrinas de prosperidad; esto muestra que los que creen en esto lo reciben de la tele y de los predicadores apóstatas y no de la Palabra de Dios. 

Es interesante notar también que antes de que el proponente principal de estas enseñanzas, Kenneth Hagin, falleciera, se arrepintió públicamente de promover tanto las doctrinas de prosperidad.  Escribió un libro en sus últimos días en el cual abiertamente reconoció su error en promover la prosperidad económica al nivel que lo hizo. Mando copias a los predicadores que él había discipulado que todavía estaban enseñado esto en la tele, y les dijo que había estado equivocado y que ellos tomaron su mensaje a un extremo y cayeron en las trampas de la avaricia y necesitaban dejar de hacer esto.  Desafortunadamente, ellos no le hicieron caso, y todavía están en la tele promoviendo tales falsas doctrinas.  Cuídense de los canales “cristianos” de la tele—son los más grandes promotores de falsas doctrinas en la faz del mundo, hay tantas falsas enseñanzas sobre el dinero y prosperidad que es mejor no verlos.    

También, necesitamos reconocer que nadie creyó, inventó ni promovió las doctrinas de la prosperidad económica hasta el Siglo 20.  ¡Esto significa que esta doctrina estaba ausente por casi 2.000 años de historia cristiana!  Por casi 2.000 años, ha habido muchos hombres de Dios y predicadores y maestros en la Iglesia que escribieron comentarios extensivos y predicaron innumerables sermones; sin embargo, no hay siquiera un rastro de evidencia que ellos jamás creyeron ni mencionaron tales doctrinas.  No existían en la Iglesia.  Y podemos decir con toda seguridad que si no se ha encontrado una doctrina o práctica en la Iglesia por 2.000 años, es una “nueva cosa” y por lo tanto debe ser falso, porque no habrá una “nueva cosa” en la Iglesia ya que el canon de la Escritura esta completo y el Libro de Dios es un libro cerrado.  Todas las doctrinas ya están establecidas en la Palabra completada (2 Tes.2:15, Apoc.22:18-19).  Habrán revelaciones y profecías continuas en la Iglesia en cuanto a las cosas temporales (como una palabra acerca de la voluntad de Dios para un individuo, una advertencia en una visión o un sueño, comprensión sobrenatural de misterios divinos confirmados por la Palabra de Dios como acerca de los eventos de los últimos tiempos y como específicamente ocurrirán, etc.) pero las doctrinas de la Escritura son completas y enteras y nunca habrá nada que se añada o se quite de ellas. Si no se puede encontrar la doctrina en 2.000 años de la Iglesia cristiana, entonces tiene que ser falso.

Además, hay volúmenes y volúmenes de obras de los líderes en la Iglesia temprana de los 2dos y 3ros Siglos. Ellos fueron pastores y predicadores de la Iglesia primitiva que fueron ancianos durante los tiempos inmediatos siguiendo lo que está registrado en el Nuevo Testamento (sus obras se encuentran en los volúmenes de los “Padres Ante-Nicenos”).  Estos líderes de la Iglesia temprana en realidad hablan bastante acerca de la prosperidad económica, pero nunca en una manera favorable.  Hablaron de la abundancia económica en la vida de un cristiano, no tanto como una bendición, sino como un lazo. Ellos lo vieron más como una trampa que una bendición porque los que tienen una abundancia de finanzas y valor económico en este mundo se encuentran en muchas más tentaciones a amar al mundo y vivir en el placer egoísta que aquellos que no tienen tanto.  Aquellos que tienen mucho se encuentran en muchas tentaciones a acumular tesoros en esta tierra para sí mismos, a vivir egoístamente y en comodidad, y encuentran más difícil negarse a sí mismos, tomar sus cruces, y seguir a Jesús en el camino angosto de la adversidad porque tienen tanta tentación a disfrutar de sus bienes en lugar de renunciarlos como Jesús nos mandó (Luc.14:33) y disfrutar solamente de Dios.  


LA VERDADERA PROSPERIDAD NO ES DE ESTE MUNDO

Mientras el Nuevo Testamento de nuestro Señor Jesucristo no promete prosperidad terrenal y la abundancia económica a cada persona que es salvo, ¡si promueve la prosperidad celestial y la abundancia espiritual a cada creyente!  “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef.1:3).  Esto es mucho mejor que las meras riquezas temporales y materiales en la tierra.  Nuestras vidas se están gastando en esta tierra y pronto se acabarán.  Estaremos en la eternidad donde sólo lo que es eterno permanecerá.  Lo verdaderamente importante son las riquezas eternas.  Debemos enfocarnos en recibir, no la prosperidad terrenal, sino la celestial, acumular tesoros en el Cielo, y ser ricos en todas las cosas espirituales en Cristo Jesús.  “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mar.8:36).


NECESITA HABER ARREPENTIMIENTO DONDE EL ERROR HA SIDO PROMOVIDO

Si tú, querido hermano, eres culpable de buscar las cosas de la tierra, sabes lo que tienes que hacer.  Algunos pastores que han promovido estas doctrinas en sus iglesias necesitan arrepentirse y renunciar sus falsas doctrinas en frente de sus congregaciones y empezar enseñando la verdad.  Algunos que fueron entregados a la avaricia necesitan confesar sus pecados y bajarse de sus posiciones de liderazgo porque es una descalificación que un Anciano en la Iglesia sea “codicioso de torpes ganancias” (1 Tim.3:3).  Tendrán que pagar un costo alto y requiere mucha humildad confesar sus errores públicamente, pero el Señor les recompensará si lo hacen.  Viene un tiempo cuando tienes que contar el costo, y determinar si vas a obedecer al Señor y poner las cosas bien, o si vas a rebelarte y aferrarte a tus tradiciones y dogmas y rechazar la Palabra de Dios, y al final ser rechazado por el Señor mismo.  ¿Entonces cuál será?  ¡Escoge hoy día a quién vas a servir, a Dios o las riquezas!  ¡No puedes servir a ambos!


APÁRTATE DE LOS FALSOS MAESTROS

El Apóstol Pablo llama las falsas enseñanzas de los predicadores de prosperidad “disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales” (1 Tim 6:5).    Pablo dice que estos hombres toman  la piedad como fuente de ganancia.  Ellos dicen que mientras más piadoso seas, más es la ganancia que vas a obtener. Dicen que si verdaderamente tienes fe y eres piadoso, serás próspero económicamente. ¡Pero esto es necio y corrupto según el Apóstol!  ¡Y las Escrituras nos mandan a apartarnos de tales predicadores!  ¿Te has alejado de estos falsos maestros?  ¿O sigues escuchando sus enseñanzas y absorbiendo sus divagaciones impías que tuercen y adulteran las Escrituras?  ¿Obedecerás la Palabra de Dios y saldrás “de en medio de ellos” (2 Cor. 6:17)? 

El Apóstol continúa: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.  Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.  Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1 Tim. 6:6-9).  Somos llamados a estar contentos con nuestra situación, aún si no tenemos nada menos que la ropa que tenemos puesta y el alimento necesario para comer.  Pero lo que quieren enriquecerse se apartan de la fe y caen en tentación y muchas codicias necias y se hunden en la destrucción.  Ni siquiera dice que son ricos; dice que solamente desean ser ricos.  Sin embargo estos predicadores de prosperidad admiten abiertamente que quieren más, que desean tener más abundantes finanzas y posesiones terrenales. Verdaderamente, por la admisión, por sus propias palabras, son privados de la verdad.

El Apóstol Pedro nos advirtió de los falsos maestros en los últimos tiempos: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.  Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.” (2 Ped.2:1-3).

Examinemos lo que él está diciendo, un versículo a la vez, comparándolo con los predicadores de prosperidad que se han infiltrado en la Iglesia:

Pedro dice que hubo falsos profetas en los antiguos tiempos, y que habrá falsos maestros entre nosotros. Entonces por esta declaración necesitamos prestar atención y reconocer que hay falsos maestros entre nosotros.  Pedro dijo claramente que lo habrían, entonces significa lo hay.  Por lo tanto, tenemos que entender que las Escrituras nos prometen que están con nosotros y nos advierten que necesitamos reconocerlos para no ser engañados por su astucia. 

Pedro dice que ellos encubiertamente introducen herejías destructoras, negando el Señor. Ya hemos visto que este “evangelio” de avaricia y prosperidad es una herejía destructiva debido a que hace que las personas codicien las cosas terrenales en sus corazones y provoca el celo de Dios, y las Escrituras dicen que el pecado de la avaricia es uno que condenará y excluirá a una persona del Reino de Dios.  Esta herejía del “evangelio” de avaricia ha entrado secretamente dentro de la Iglesia porque viene disfrazado como algo bueno, vestido con terminología bíblica y Escrituras citadas fuera de contexto.  Está encubierto porque el error es oculto a los ojos de la mayoría de las personas; no reconocen que es una herejía y encubiertamente los engaña.  Estos falsos maestros no niegan al Señor en decir claramente: “Yo niego al Señor”—eso sería muy obvio.  Ellos niegan al Señor por negar Sus verdaderas enseñanzas y por enseñar cosas que son contrarias a las que Él enseñaba. Al negar Su verdad, lo están negando a Él con sus enseñanzas y prácticas.  Aunque profesan servirle con sus labios sus corazones están lejos de Él.  Profesan amar al Señor con sus palabras pero lo niegan en sus corazones por amar las cosas de este mundo. 

Pedro dice que muchos seguirán sus disoluciones y por causa de ellos, las personas blasfemarán el camino de verdad.  ¿No estamos viendo esto cumplido ante nuestros ojos?  No hay pocos que siguen a estos predicadores de prosperidad, sino muchos— ¡multitudes sobre multitudes de personas!  Y por sus divagaciones constantes que dicen que debemos ser ricos o económicamente prósperos, los que no son cristianos blasfeman el cristianismo y dicen: “Solo quieren dinero.” 

Pedro dice que estos falsos maestros, en su avaricia, nos explotarán y harán mercadería de nosotros con palabras fingidas.  Esto es exactamente lo que los predicadores de prosperidad están haciendo.  Son motivados por avaricia y un deseo de tener más dinero, y con esta motivación hacen solicitud tras solicitud para que sus audiencias les den más donaciones.  Predican sermones enteros acerca de por qué debemos dar más dinero a sus ministerios.  ¡Ellos ven a las personas en sus congregaciones como mercadería y dan grandes discursos acerca de por qué deben darles más dinero!  Inventan truco tras truco para tratar de motivar a las personas que les den.  ¡Es el colmo del engaño!

¡Por último, Pedro dice que su perdición no se duerme!  Si aquellos que están usando las cosas de Dios para la ganancia financiera, y que están explotando el pueblo de Dios con discursos ingeniosos y palabras engañosas— ¡si estas personas no confiesan su pecado, se arrepienten, y permiten que la sangre de Jesús les limpie de toda avaricia, sin duda serán consumidos por la maldición del mismo hoyo de donde vienen sus falsas doctrinas!  El Apóstol Pedro no está jugando con la falsa doctrina y la herejía, e incluso habla con un lenguaje inconfundible y severo contra estas cosas porque sabía que iban a engañar a muchas personas sinceras. 

El profeta Isaías dijo: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir.  Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado.” (Isa.56:10-11).  Este es el estado de estas iglesias donde los predicadores de prosperidad están pastoreando.  Son tan ciegos e ignorantes que no pueden ver que el peligro se acerca ni reconocer los trucos sutiles del enemigo para engañar a la gente.  Estos predicadores son perros mudos que no pueden ladrar; no dan ninguna advertencia que viene el peligro, no predican contra el pecado, advirtiendo a la gente que huya de la ira venidera.  Raras veces predican acerca del Juicio o del Infierno.  En lugar, están en un sueño espiritual y ellos mismos no están preparados para la venida del Señor.  Les encanta dormir, les encanta su comodidad, prosperidad y vidas lujosas.  Son perros comilones que nunca pueden tener suficiente mientras constantemente explotan a la gente para que contribuyan más y más a sus ministerios, acumulando más tesoros en la tierra y aumentando sus estilos de vida lujosos con más abundancia en el transcurso del tiempo.  Ellos son pastores que no pueden entender las verdaderas cosas de Dios y que no están buscando el bienestar de las almas del  rebaño al cual están predicando, sino que buscan constantemente sus propios intereses y ganancias egoístas.

Esto es algo grave y terrible en la Iglesia moderna.  Esto debe causar, por temor a Dios, que nos apartemos de aquellos que están pervirtiendo los caminos de verdad.  Nos debe romper el corazón, y movernos a orar y esforzarnos a librar a nuestros hermanos de este engaño de los últimos tiempos.  No nos atreveremos a comprometer nuestra postura contra este “evangelio” de avaricia cuando las Escrituras están tan claramente contra ello.  Si lo hacemos, entonces nosotros también estamos en peligro de ser engañados, porque si fallamos en recibir y actuar según la luz que nos ha sido dada, aún lo que tenemos nos será quitado (Luc.8:18).  
 

HABLEMOS LA VERDAD EN AMOR

No debemos hablar contra los falsos maestros con un espíritu malicioso; debe ser a través de un amor genuino por el Cuerpo de Cristo y para la verdad y la gloria de Dios.  La Palabra de Dios nos manda a contender “ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud.3).  Necesitamos amar a nuestros hermanos y hermanas tanto como para advertirles del peligro en que ellos están si están aceptando estas falsas doctrinas.  ¿Si no les advertimos, como podemos decir que los amamos?  ¿Amarás las almas de sinceros hombres y mujeres tanto como para tomar una postura firme contra estas falsas doctrinas y alejarte de sentarte bajo predicadores que promueven tales cosas?  ¿Apagarás los programas de la tele  donde estos predicadores están promoviendo sus doctrinas heréticas?  ¿Y amarás a las personas tanto como para ir a ellos en humildad, con la Palabra de Dios como tu autoridad, y mostrarles el error de promover la ganancia financiera en el nombre de Cristo?  

Puede traer una espada entre tus relaciones con las personas, puede traer una espada entre tú y tu iglesia, o tú y tu pastor— ¡pero nunca comprometamos la verdad por el bien de tratar de preservar la supuesta unidad!  La unidad genuina está basada en la verdad y nunca comprometerá la verdad en una doctrina esencial a fin de preservar una paz falsa.  Jesús dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.  Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.  El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” (Mat. 10:34-38).  

¿Tomarás la espada de la verdad, que es la Palabra de Dios, y lucharás en amor contra estos demonios que se han infiltrado en la Iglesia?  No siendo contencioso, ni teniendo un espíritu vengador, sino en verdadero y sincero amor y compasión corregir lo que es falso y dejar los resultados al Señor.  No necesitamos preocuparnos de que si nos hacen caso o no, porque sólo somos llamados a ser fieles a la verdad.  El Señor tiene el resto en sus manos.  Hay que confiar en Él, obedecerle, y  “limpiar la levadura entre nosotros” (1 Cor.5:7).

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